El papa Francisco decidió pasar su primer verano como pontífice en la Casa de Santa Marta, la residencia del Vaticano en la que se aloja desde que fue elegido en marzo, renunciando así a pasar una temporada de vacaciones en la residencia veraniega papal de Castel Gandolfo, a las afueras de Roma, informó este jueves el Vaticano.
El Papa también renunció a trasladarse en agosto, el mes más caluroso del año en Europa, a descansar a los Alpes italianos, como ocurría con sus predecesores.
El Papa tiene programada sólo una visita a mediados de julio a la villa veraniega papal, a unos 30 kilómetros de Roma, para rezar el ángelus.
El papa emérito Benedicto XVI residió dos meses en este lugar, entre lagos y colinas, con huerta y jardines, antes de trasladarse el 2 de mayo a un convento acondicionado para él dentro del Vaticano.
A partir del 7 de agosto retomará las audiencias generales de los miércoles en el Vaticano y no en la residencia de Castel Gandolfo, donde solían retirarse desde el siglo XVII los papas durante los meses de verano, una costumbre respetada también por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Cuando ejercía como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio vivía en un pequeño apartamento y dedicaba el verano a visitar a los fieles, especialmente en los barrios pobres de la capital argentina.
El primer Papa latinoamericano, que inicia su jornada muy temprano, seguirá celebrando a partir del 8 de julio la misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta, pero en privado y no ante grupos de funcionarios e invitados, y sus homilías no serán divulgadas por los medios de comunicación del Vaticano.
Francisco renunció "por ahora" a vivir en el apartamento papal, en el tercer piso del palacio apostólico, y prefiere compartir parte de la jornada con los demás huéspedes de la Casa de Santa Marta, entre ellos numerosos prelados y personalidades invitadas que no residen en el Vaticano.
Durante el verano, del 22 al 29 de julio, el Papa cumplirá su primer viaje internacional, a Brasil para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebrará en Río de Janeiro y a la que se espera que asistan unos dos millones de personas, entre ellos numerosos jóvenes latinoamericanos, en particular argentinos.
También tiene programado viajar al santuario de Aparecida, a un centenar de kilómetros de San Pablo, para orar ante la Virgen.
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