Ante el papa Francisco y miles de personas que asistieron en la basílica de San Pedro del Vaticano a los ritos del Viernes Santo, Cantalamessa afirmó que la excesiva burocracia, la división entre los cristianos y las controversias del pasado impiden que el mensaje de Cristo llegue nítido a los hombres y que es necesario que la Iglesia vuelva "a la simplicidad y a la sencillez de sus orígenes".
El franciscano capuchino agregó: "Esa fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián. 'Ve, Francisco, y repara mi Iglesia".
Cantalamessa se refería a san Francisco cuando oraba en la iglesia de San Damián, en Asís, que estaba en ruinas, y vio la figura de Cristo que le pedía que la arreglase.
El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio eligió como nombre Francisco en honor del santo de Asís, "el santo de la pobreza, de la paz y de la defensa de la Creación", según contó.
El fraile manifestó que Cristo murió por todos, que en su lecho de muerte pidió a la Iglesia que llevara su mensaje a todo el mundo y que ese amor hacia Él es lo que impulsa a los creyentes a la evangelización.
"Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan sin saberlo con un mensaje como el suyo", afirmó el franciscano capuchino, que en su predicación recurrió al judío Franz Kafka para explicar lo que puede retener el mensaje de Cristo.
Cantalamessa aseguró que la evangelización no es conquista, no es propaganda y que los cristianos deben hacer todo lo posible para que la Iglesia nunca se parezca "a aquel castillo complicado y sombrío de Kafka y el mensaje pueda salir de él tan libre y feliz como cuando comenzó su carrera".
"Sabemos cuáles son los impedimentos que pueden retener al mensajero: los muros divisorios, como aquellos que separan a las distintas iglesias cristianas entre sí, la excesiva burocracia, los residuos de los ceremoniales, leyes y controversias del pasado, aunque se han convertido ya en escombros".
Echando mano de las palabras del papa Francisco, invitó a los fieles a ir a "las periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia e indiferencia religiosa y de todas las formas de miseria".
El religioso aseguró que en Cristo muerto y resucitado, el mundo ha llegado a su destino final, "ya han comenzado los cielos nuevos y la tierra nueva".
"A pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, con Cristo se ha abierto ya el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos otra cosa, pero el mal y la muerte han sido realmente derrotados", aseguró.
El predicador del papa agregó que con la resurrección la muerte ya no es un muro contra el que se estrella toda esperanza humana, "se ha convertido en un puente hacia la eternidad, un puente de los suspiros, tal vez, porque a nadie le gusta morir, pero un puente, no un abismo que todo lo traga".
Cantalamessa se mostró convencido de que la fe cristiana puede volver a Europa y a un mundo secularizado, debido -dijo- a que es la única que da una respuesta segura a los grandes interrogantes de la vida y la muerte.
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión. Durante la misma se leyeron todos los pasos del Evangelio.
Una cruz cubierta con una tela roja presidió la ceremonia, ante la que Francisco se tendió en el suelo y oró durante unos minutos.
Esta noche, Francisco se traslada al Coliseo de Roma para presidir el Vía Crucis en el lugar que simboliza el sufrimiento de los primeros cristianos.
Vatican Insider
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